Una de las primeras ocasiones en las que la cultura de masas se sintió atraída por Tibet fue gracias a la novela "Horizontes Perdidos" de James Hilton (1933) y especialmente por su versión cinematográfica de Frank Capra (1937)
La novela estaba inspirada en la fascinación que causó en Europa los viajes por Tibet realizados por el explorador Joseph Rock a principios de los años 30.
La obra presentaba el mito de un paraíso aislado, Shangrila, una comunidad budista-cristiana aislada en las montañas donde la ausencia de las presiones de la vida moderna favorecía una larga vida.
Para muchos occidentales, que en ese momento veían con creciente angustia la aproximación de la guerra, el mito de Shangrila generó una fascinación por el Tibet identificándolo como si de una especie de paraiso perdido se tratase, un sentimiento que ha sobrevivido en el tiempo superando incluso a la realidad del Tibet verdadero.
Shangrila acabó asociándose incluso con Shambala, el reino mítico de la tradición budista oculto en el Himalaya. De hecho la fascinación europea por Tibet alcanzó a los nazis, que creyeron que en este lugar podían encontrar el origen de la raza aria.
La novela, contiene mensajes que hoy serían inquietantemente políticamente poco correctos, como el hecho de que la comunidad blanca (superior) formase en la cultura europea a la comunidad nativa (inferior), como realizaban por ejemplo en Australia con los aborígenes; o disparates de un absurdo casi naif, como uno de sus protagonistas, discípulo de Chopin para quien Shangrila hace traer un piano de cola a través de las montañas (!).
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